CE01202 / Pedro Ortuño (Valencia, 1966)
SALAR: PAISAJE DE FANTASÍA
2007. Instalación audiovisual (detalle). 8’
Como videoartista, Pedro Ortuño ha trabajado generalmente en el ámbito de lo concretamente social. En Valencia o en Palestina, en forma semidocumental o en ficción. Pero también se ha preocupado de cuestiones más abstractas, como la actividad artística y la ocupación del espacio. Es significativo que Ortuño cite a Pere Portabella, ese cineasta y ciudadano resistente al franquismo político y formal: “Cuando he hecho cine, lo he hecho siempre como medio,como lenguaje, para poder con toda libertad estructurar un lenguaje propio para desarrollar como realizador mi trabajo...” Y, sin embargo, nadie puede acusar a Portabella de formalismo.
En este caso, el de la Serie Precinema: Esculturas Precinemáticas, a la cual pertenece Salar: Phantasy Landscape, lo político es más implícito que explícito, el contenido analiza más lo autorreferencial del arte. De igual manera que los pintores clásicos utilizaban la cámara oscura, la retícula o aquellos medios técnicos que les ofrecía su época para ayudarles en su trabajo, hoy tenemos otras herramientas. Ortuño sabe que todo arte no estrictamente corporal (como la danza o el canto) tiene algo de tecnológico, de artificial, si se prefiere. El tema aquí es una recreación poética del paisaje de lo que hoy es uno de los depósitos de sal explotados más famosos del mundo, el de Uyuni, en Bolivia, 12.000 km2 de blancura impoluta que sirven para calibrar los satélites en órbita terrestre. La instalación es una mesa de buenas dimensiones y paredes acristaladas sobre la que se proyectan imágenes actuales o transformadas de lo que hasta hace unos 40.000 años fue parte del Ballivian, un inmenso lago a más de 3.500 metros de altura que incluía el actual lago Titicaca.
La cámara oscura a la que se refiere Ortuño en este trabajo fue utilizada sobre todo durante el barroco y en gran medida barroco es Salar, con sus transparencias, sus reflexiones, sus trampantojos. Aquí la trampa se ve aumentada por la proyección, que añade el factor tiempo a lo que normalmente era un recurso estático.
Es un trabajo reflexivo en el que la imagen del vídeo de unas banderas internacionales aportan un punto no tan formal; pero, ¿y aunque así fuera? Sin el menor deseo de limitar el devenir de las artes visuales a una cuestión semántica, tal y como vino haciendo buena parte de la modernidad, la investigación formal y su presentación pública siguen teniendo sentido. Aquí se habla de un lento cataclismo natural, mañana esta mesa mágica puede estar poblada por otros temas.
Jose Manuel Costa